Se puede tener un gusto extraviado y tener mal gusto. Lo peor, sin embargo, es tener un gusto estreñido, restricto, recalentado. Si no se conociera nada de Aznar, por sus ropas se le deduciría una personalidad de apretada o de mendrugo que bien podría esperarse que pronunciara el pensamiento a pelotillas y el pensamiento en sí fuera de una constitución retestinada. Nadie se imagina a Aznar en cueros, aspirando, desgajándose. Todo parece pequeñito y durito en Aznar, al punto de que cuando se ríe es como si se hubiera partido una avellana o desatornillara un perno.

En posición estática, con la camisita a rayas, la corbatita Hermés, los zapatos de preu, la chaquetilla estrecha, es un modelo perfecto para transformarse en papel maché.

Supuestamente es tan maché, tan producto de la machaconería, que nadie ha logrado sacarle de ese informe de señor en miniatura, pequeño profesional sin identidad, estudiante muy tenaz que nunca pasa de dos notables por curso. Ni se logra sacarle una pizca de jugo a lo que dice, ni se adivina una gota de locura en su atavío.

Todo está planchado, listado, recontado. Es la imaginación en su grado cero. Ni se sale del presupuesto ni de lo presupuesto. Su mundo es el de la obviedad vestual. Cada vez más conspicua, cada vez más repetida; cada vez, al fin, más estéticamente irrelevante.

Con la llegada de José María Aznar y su «promoción» al poder en 1989, el Partido Popular cambió de ‘look’. Se acabaron los abrigos loden, los trajes cruzados, los alfileres de corbata patrióticos y los tirantes. Con Aznar aparecía una imagen lindante con la fiebre Wall Street: sobrios trajes cortados en las mejores sastrerías madrileñas: Collado, Reventum, Córdova o Gallo. Camisas de rayas pastel con iniciales bordadas, corbatas luminosas y zapatos de antifaz, borlas o hebilla. José María Aznar no pone nombres a sus preferencias. Pero se le puede ver con corbatas Hermés (14.000 pesetas), zapatos Yanko o Lotusse (20.000), plos Lacoste (8.000), camisas Façonable (15.000), vaqueros fLevis (9.000), gabardina Burberrys (60.000) y reloj Rolex (250.000).

Vicente Verdú. El País Semanal.