Durante los años setenta perdieron la guerra frente al incipiente y arrasador prêt-à-porter. Prácticamente pasaron al olvido. Pero el retorno de las grandes marcas hacia los cánones más clásicos del estilo ha dado un nuevo impulso a los sastres.

En España, las perspectivas son aún mejores: nuestra sastrería está en auge fuera de nuestras fronteras. Incluso más que la italiana o la inglesa. «Ahora el centro es Nueva York, y allí mucha gente presume de tener un buen sastre español», dice Gonzalo López-Larrainzar.

En tejidos, está de moda el fil a fil, el ojo de perdiz y la raya diplomática. Los colores, grises y azules, deben ser aptos tanto para el día como para la noche, gracias a los complementos con los que se combine el traje.

En cuanto a formas, predominan los de tres botones, con dos aberturas en la espalda, solapas ligeramente más anchas que en los últimos años y pantalones con pliegues y bajos no muy anchos. No obstante, estas reglas son flexibles. «Una de las ventajas de hacerse trajes a medida», señala Jaime Gallo, «es que éstos siempre deben adaptarse a las características de cada persona para resltar su apariencia».

Gervasio Pérez – Estilo 96