24La sastrería se adapta a las nuevas tendencias

Ellos no desfilan en París ni presentan colecciones cada temporada. La Haute Couture masculina es aún más reservada, una exclusiva relación entre sastre y cliente más allá del marketing y demás parafernalias donde el boca a boca sigue siendo la mejor estrategia comercial. Quizá el hecho de que el traje masculino no haya cambiado demasiado en los últimos 20 años tiene mucho que ver. Desde su creación, su hechura se compone de dos piezas, chaqueta y pantalón, con la opción del chaleco. Esto no permite mucha libertad a sus creadores, que en las últimas décadas sólo han podido jugar con mínimos detalles como ojales, centímetros, botones… una ridiculez si se compara con la evolución constante de la moda femenina.

Ésta ha pasado por fuertes contrastes como el encorsetamiento de los años 50, con los trajes de chaqueta y falda tubo, y los volúmenes sesenteros de los mini vestidos estilo Courregés. Los 70 y los 80 enfrentaron la psicodelia a la estética punk. El cambio de los 90 al nuevo siglo ha sido mucho más light: la masculinidad, la mezcla y el deconstructivismo marcan las últimas tendencias.

Las prendas masculinas han pasado por las mismas modas aunque sus cambios no han sido tan extremos. Al igual que las estrecheces, las campanas y las hombreras, aunque a diferencia de éstas, el equivalente a la alta costura femenina, la alta sastrería, siempre se ha caracterizado por tener un arraigado estilo y una identidad propia prácticamente al margen de las modas. Esto se hace mucho más evidente en la capital donde, la mayoría de los sastres coinciden en señalar que sus clientes pecan de tener unos gustos extremadamente clásicos. En López Herbón, una de las sastrerías más prestigiosas de Madrid, el tipo de traje que más se demanda es el de solapa larga y cruzada, de corte recto en color gris o marino.

La evolución del traje sastre ha sido muy lenta y discreta, con leves modificaciones en el ancho y largo de las solapas que han pasado de llegar al ombligo en chaquetas de un solo botón, a quedarse bajo el pecho en las de tres y cuatro botones. Los cortes y las pinzas son otros de los elementos de esta prenda que han sufrido pequeñas adaptaciones, por ejemplo, las aberturas en mangas y espalda han dejado de ser una constante. Las pinzas en las chaquetas son cada vez más frecuentes mientras que en los pantalones tienden a disminuir consiguiendo una hechura mucho más entallada y asentada.

Actualmente, se llevan las chaquetas que marcan el talle, de solapas más estrechas y hombros más anchos. En cuanto al pantalón, se ha estrechado levemente de rodilla para abajo.

Quizá el avance más notable de la sastrería masculina lo constituyan los tejidos. El desarrollo de la industria textil ha contribuido a que este traje deje de ser considerado una prenda rígida, empleando nuevos géneros mucho más ligeros y cómodos.

Talleres en la capital.

Moisés Córdova. La mayoría de estas sastrerías están situadas en pisos del Madrid antiguo que conservan la calidez, el encanto y el buen hacer de los viejos artesanos. Allí acude un tipo de cliente, siempre hombre, de clase alta con fuertes ingresos y no menor de 38 años.

Entre los profesionales que están al servicio, hay banqueros, abogados, diplomáticos, actores, empresarios y, paradójicamente, diseñadores de moda. Miembros de la realeza como el Rey Juan Carlos I y su hijo el Príncipe Felipe o Simeón de Bulgaria, comparten gustos con otras destacadas personalidades de la sociedad como el cantante de ópera Plácido Domingo, el banquero Emilio Botín, los diseñadores de moda Óscar de la Renta y Javier Larrainzar, o el torero Enrique Ponce. Por lo general, se trata de un tipo de cliente con un ritmo de vida acelerado, sin apenas tiempo para sí mismo y que requiere un servicio personalizado.

El desplazamiento es otra de las facilidades de estas empresas, los sastres se trasladan allí donde el cliente lo necesite, ya sea un domicilio particular, un despacho, o la habitación de un hotel. Estos traslados no sólo se limitan a la Península. Gonzalo Larraínzar, uno de los dueños de la sastrería López Herbón, nos asegura que su sastrería viaja, al menos tres veces al año, a Nueva York para dar servicio a su clientela internacional. Esta estrategia es seguida por los más prestigiosos ateliers del mundo.

Borrelli, la famosa sastrería napolitana, ha ofrecido sus periódicas visitas a Madrid. La exclusiva tienda Just One es el intermediario elegido para tal fin. Allí se desplaza uno de sus mejores sastres con el muestrario de tejidos en mano para tomar medidas y hacer las pruebas. La firma cuenta, entre sus fieles seguidores, con una legión de estrellas entre las que destacan el tenor italiano Pavarotti y los actores Richard Gere o Harrison Ford (al que además de fabricarle las camisas, se las mandan vía aérea con guardaespaldas incluido y la orden expresa de entregárselas personalmente).

El joven empresario Fabio Borrelli, es de los pocos que han puesto en práctica la filosofía artesano-industrial con el fin de aumentar sus ventas. Fiel a la manufactura artesanal, Borrelli se ha rodeado de los mejores sastres de su comarca, empleando un total de 120 trabajadores, consiguiendo de esta forma una facturación anual que supera los 18 millones de euros. La última apuesta del empresario italiano ha sido el retorno de la auténtica americana con espalda alia napolitana, de hombros y manga desarmados en la chaqueta sin forro y realizada en cachemir.

Una inversión a largo plazo.

Tres pruebas son más que suficientes para confeccionar un traje de estas características, y a veces ni eso. Gonzalo Larrainzar comenta con orgullo que en una ocasión tuvieron que confeccionar una chaqueta encargada por uno de sus clientes para regalo, basándose en unas medidas enviadas por fax, «que luego resultaron ser las de Ronald Reagan». La experiencia y el grado de especialización de la alta sastrería han llegado a un nivel que se encuentra a años luz del antiguo procedimiento, en que ningún traje hecho a medida se daba por concluido hasta haber realizado una docena de pruebas. El coste aproximado de un traje de confección manual puede oscilar entre los 1.200 y 4.300 euros, dependiendo de la sastrería y la tela. Un precio que puede parecer muy caro a primera vista, aunque a la larga resulte todo lo contrario si tenemos en cuenta que la mayoría están pensados para durar un mínimo de 10 años.

Con este fin, se calculan minuciosamente todos los detalles para conseguir que el traje se pueda adaptar con facilidad a los cambios de su propietario en el peso o la estatura. Para ello, el traje cuenta en las costuras con un margen de tela suficiente para ampliarlo en caso de que el cliente lo necesite. Además de las clásicas sastrerías, existen en Madrid multitud de comercios de ropa masculina que ofrecen un servicio similar, por ejemplo, la firma inglesa Hackett cuenta con un sastre a disposición del público. Entre las grandes superficies, El Corte Inglés tiene un departamento de costura a medida donde los trajes se adaptan a la fisionomía de cada persona.